El inconciente no significa nada… hasta
que se lo descubre… ¿o se lo inventa?
Lic. Sandra M. Leal
“… nada comunica menos de sí que un sujeto tal
qué a fin de
cuentas, no esconde nada.”
J. Lacan – Clase sobre lituraterra
Descifrar los enigmas del deseo,
pedido último que todo paciente trae (aunque no lo sepa), no es sin trabajar
con el inconciente. Ese inconciente
esquivo, confuso, intrigante y siempre presente en todo análisis.
Inconciente estructurado como
un lenguaje, conjunto de elementos discontinuos, lógica de incompletud… Cuántas
maneras para referirse a lo mismo que no hacen más que subrayar eso magistralmente anticipado por
Freud, la noción de Sujeto alejado de un Yo de la síntesis.
¿Descubrimiento?... antes de
Freud nadie habló de él.
¿Invención?... antes de Freud
nadie trabajó con él.
Entonces, quizás
descubrimiento e invención al mismo tiempo, ya que si no se lo busca, no se lo
descubre y por consiguiente no se lo trabaja.
Es a partir de Freud que los
analistas descubren y/o inventan a diario el inconciente… de sus pacientes,
claro está. Pero llegó Lacan…
Y Lacan no es sin Freud, pero
la lectura del primero reordena la obra del segundo, así que puede ser
esclarecedor ir tomando conceptos de ambos.
De una manera o de otra, lo
cierto es que el inconciente opera. Y
tanto es así que a veces llegan pacientes en los cuales el inconciente parece
ser el dueño de su destino de ser hablante.
Y es este ser hablante, el que
en su encuentro con el analista quedará expuesto a la idea y al manejo que éste
haga del inconciente.
No es lo mismo pensar al
inconciente como Unbewusste que como L’une-bévue, según los dichos de Freud y
Lacan respectivamente.
Para Lacan “el inconciente es
una hiancia, una hendija real cernida por la letra, cuya función esencial es
hacer del sujeto un potencial ‘borrador’ de huellas que ha dejado impreso el
paso del Otro”.
Y según él para Freud “es la
presencia, en el nudo del funcionamiento del sistema psíquico, de la ausencia
de la cosa”.
“Esa falta, esa ‘extimia
ausente’, ese carozo real, es la raíz que hace que a su alrededor se teja el
enjambre de representaciones del Sujeto.
Ese nódulo es aquel alrededor del cual se escribe la instancia de la
letra en el inconciente. Letra hacia
cuyas fronteras el conjunto del tejido de recuerdos puede girar para decir
algo, algo nuevo, algo diferente de lo calculable y previsible por el Otro
auxiliante.” (1)
Unbewusste privilegia el
inconciente como saber que no se sabe.
L’une bévue acentúa el saber
en la falla, donde surge el goce.
El inconciente freudiano
refiere a aquello que le ha venido al sujeto por vía de las palabras, por las
distintas identificaciones, aquello que ha sido reprimido y retorna
sorprendiendo en el fallido, en los sueños, etc. El inconciente queda equiparado al saber.
Lacan inventa un real nodal,
en relación a un inconciente no sabido, un inconciente con estructura de
pulsación que más que repetición de lo mismo, es producción de lo nuevo.
Y es en el consultorio, en el
ejercicio de la clínica del análisis donde se lo descubre y donde también se lo
inventa sesión a sesión, bajo la mirada teórica que cada analista haya
tomado. Porque es la clínica la que va
develando enigmas cuando decidimos interrogarlos. Los discursos son una verdad a medias; la
verdad de la verdad no existe, hable quien hable porque hay un decir donde no
todo se sabe.
En este sentido, Freud decía
que “hay un saber inconciente”. La tarea
del analista sería escuchar qué se dice cuando el decir no iguala a lo dicho.
El saber inconciente ofrece en
la letra un acercamiento entre saber y goce.
Y es esta letra la representante del inconciente que acerca a nuestra
práctica el síntoma. La letra debe tomar
la palabra para que cada sujeto escuche de qué manera tan “extraña” a él se
presenta su goce.
“… pero lo escrito que se
fabrica con el lenguaje, tal vez pueda ser material idóneo para que se
transformen allí nuestras palabras” (2)
Tomando esta idea de Lacan, y
quizás “abusando” de lo que quiso transmitir puede ser interesante recurrir al
diccionario para seguir “develando” la pregunta sobre descubrimiento o
invención.
Descubrir: Manifestar,
destapar, hallar algo escondido o ignorado.
Alcanzar a ver. Llegar al
conocimiento de algo. Quitarse de la
cabeza el sombrero. (3)
Inventar: Hallar cosas nuevas
o no conocidas. Crear su obra el
artista. Fingir. (3)
“Hallar algo escondido o
ignorado”, se parece bastante a “hallar cosas nuevas o no conocidas” y también
a “lo enigmático que resulta el inconciente”.
Y “abusando” aún más de la
definición lacaniana, al tomar la última frase de cada uno de los conceptos
tenemos que: descubrir es “quitarse de la cabeza el sombrero” e inventar es
“fingir”. Qué mejor metáfora para hablar
del inconciente que esta de “fingidor”, aquel que no dice la verdad, el que
miente, el que muestra lo que no es.
Pero bastará con ir develando velo a velo sus engaños para encontrar su
verdad. Habrá que “quitarse de la
cabeza…” viejos goces para adueñarse de la letra que el inconciente atesora.
Una producción literaria, un
libro, puede tomarse como un recorte, una mirada, que si bien puede dejar cosas
afuera, aquellas que incorpora transmiten algo de sus personajes, marcas que el
autor les hace arrastrar y que nosotros con total impunidad podemos usar para
inmiscuirnos en sus “vidas” y recrearlas a nuestra manera, o sea,
analizándolas.
Y no se trata de elaborar
verdades esclarecedoras, sino de recrear la fantasía impresa para que se
convierta casi en un caso clínico al cual sacar provecho. Y entre descubrimientos e invenciones poder
extraer algún atisbo de claridad clínica, siendo nosotros también parte del
texto y del contexto subjetivo que allí se despliega.
En este sentido, vuelve la
Clase sobre lituraterra: “… la crítica literaria efectivamente se renovaría por
el hecho de que el psicoanálisis esté allí para que los textos se midan con él,
justamente porque el enigma queda de su lado, sin que intervenga”.
Así como un libro puede
conducir a esto, también lo puede hacer una película. “Cuando se apagan las luces y comienzan a
proyectar el film elegido, quedamos a merced de nuestro inconciente tanto como
cuando llegamos al consultorio de un analista, sólo que en el cine, estamos
también a merced de la obra. Si bien un
film no es un fantasma inconciente, tiene la virtud de despertarlo y de
reflexionarlo: o sea, que le vuelva al espectador en forma invertida
movilizando sus identificaciones y desarrollando afectos en la conciencia. En esto supongo se sostiene la pregnancia que
el cine tiene en la subjetividad moderna.” (4)
En La elegancia del erizo de
Muriel Barbery, aparecen 2 ó 3 personajes principales y un grupo de
secundarios, todos ellos con ricos matices, dignos de ser tomados cada uno de
ellos como objeto de nuestro análisis en ese recorte mencionado.
Entre los principales está
Renée, que ocupada y preocupada por esconderse, no hace más que mostrarse todo
el tiempo… para quien quiera verla.
“…nada comunica menos de sí
que un sujeto tal que a fin de cuentas, no esconde nada.”(2)
En este caso será el japonés,
quizás por una especial sensibilidad, el que pudo vislumbrar lo escondido para
dar pie a que fuera saliendo. Saliendo
en su doble vertiente, lo que se pretendía esconder y también a Renée, quizás
incluso a su pesar.
¿Cómo el japonés comenzó a
develar lo oculto? Casi inventando, casi
descubriendo, hasta aflojar resistencias añejas, tanto goce… tanto discurso…
tanto inconciente. Ese goce que opera
como necesidad de discurso y que se manifiesta en la repetición. Ese inconciente que ante todo es discurso.
La salida al mundo de Renée es
a puro semblante, tomando al erizo como “escudo”. (5)
Pero Renée no atravesó con
esto la experiencia analítica y aunque así hubiera sido, la identificación con
el objeto de su fantasma hace que siga ofreciéndose como objeto de goce del
Otro. Algo en la estructura persistirá
como goce ilimitado, esas marcas que son de lo real y que hacen a la
constitución de cada sujeto.
Si gran parte del trabajo en
psicoanálisis es rastrear una verdad tras una metáfora, el erizo es esa
metáfora (en este caso tomada por la autora).
“En este sentido, ‘construir
un caso’ elude la discusión sobre la verdad, la mentira y la falsedad y se
focaliza en aquello que siendo metáfora de lo particular enlaza lo universal
con lo singular, lo necesario con lo contingente, lo cierto con lo incierto, lo
crédulo con lo incrédulo”.(4)
En el Seminario De un otro al
otro, Lacan dice: (6)
“… no hay teoría del
inconciente como tal, hay teoría de la práctica analítica.”
Y agrega:
“… uno aprende sobre el Otro
que lo habita por poco que se tenga una experiencia del inconciente.”
Es la experiencia del
inconciente lo que marca el campo de nuestra práctica.
Después de todo este
recorrido, y de haber “jugado” con los términos que dieron nombre al seminario
(descubrimiento – invención), puedo volver al título del presente trabajo y
preguntarme:
¿Se lo descubre, o se lo
inventa?
Para mi “gusto”: se lo descubre
y se lo inventa. Por momentos será una,
por momentos será otra. En la práctica
analítica se delineará esa experiencia
del inconciente que cada paciente transita.
Y ¿qué puede significar el
inconciente si corre por fuera de una práctica analítica?
Y me respondo: nada. El inconciente no significa… nada.
Bibliografía
• Lacan, Jacques – Seminario
18 De un discurso que no fuera del semblante- Cap. VII Clase sobre lituraterra (2)
• Rabinovich, Norberto – El
inconsciente lacaniano – Letra Viva
• Jabif, Elena – Experiencia
del inconciente (coloquio de verano EFBA 2008)
(6)
• Rodríguez Ponte, Ricardo –
El inconsciente en Freud y en Lacan: respuestas a un cuestionario – EFBA
• Domb, Benjamín – Avances
lacanianos del inconsciente freudiano (artículo EFBA)
• Mirta Goldstein – El caso
cinematográfico y lo ficcional en psicoanálisis – El Sigma.com – 2012 (4)
• Amigo, Silvia – El
inconciente en Freud y Lacan y las paradojas del “inconciente” en las neurociencias
– Cuadernos Sigmund Freud nº 26 (1)
• Vegh, Isidoro – Los límites
del saber (artículo)
• Maciel, Victoria – Renée
deja caer al erizo – Trabajo presentado en las XIX Jornadas Psicoanalíticas de
Presentaciones Clínicas – Colegio de Psicólogos de San Isidro – 2011 (5)
• Barbery, Muriel – La
elegancia del erizo
• Diccionario Enciclopédico de
la Academia Argentina de Letras (3)